De camino en la carretera venía filosofando acerca de aquéllos grupos musicales que organizamos mientras cursábamos la educación media superior (preparatoria o bachillerato).
Recordé haber participado formalmente en dos, e informalmente (sólo para la semana cultural) en otras tantas.
Vinieron a mi mente momentos felices y momentos muy tristes, recordé haber llorado al dejar mi segunda banda, donde había puesto todo mi corazón y entrega, para al final tener que desistir.
Y es en este momento, viendo el camino que he recorrido y el lugar en el que ahora me encuentro, que reflexiono acerca de la importancia que otorgamos a las agrupaciones que formamos, pensando que con ellas seguiremos durante muchos años, que los miembros serán siempre los mismos, tocamos esperanzados perdonando los errores propios y ajenos, asegurando que es cuestión de tiempo para que encuentren solución.
Muchas veces, incluso, atribuimos virtudes a aquéllas personas con quien mantenemos una fuerte amistad aunque las cualidades musicales no sean las adecuadas para formar un buen grupo.
Pienso en todo esto y recuerdo el empeño que ponía en lo que hacía, y viene a mi mente el hecho de que tal vez si hubiera tomado las cosas más con calma lo habría disfrutado más.
Ahora ya no hay tiempo para empezar desde el principio, sacar nuevas canciones, organizar ensayos o posponer presentaciones. Ahora hay compromisos, fechas impostergables y errores imperdonables, todo esto seguramente debido a la remuneración económica que media la situación y a la obligatoriedad de mantener el nombre y prestigio de la agrupación..
Formar una banda es una etapa de la vida y asi es como tiene que ser
Pero como se disfruta!!!