El día llegó, por más que hubiera querido posponerlo, no había alternativa... tenía que regresar a trabajar.
Y no es que me moleste, al contrario, me gusta... una parte de mi, la parte dominante, extrañaba esa sensación tan agradable de hacer música, de dejar que los dedos vuelen sobre el diapasón, de mirar furtivamente al director sin dejar de leer la partitura, de reir con los chistes de los demás, de mirar de reojo al compañero para asegurar que la arcada es la correcta, de salir cansada pero satisfecha.
Pero la otra parte de mi, esa parte pequeña, recordó lo que se siente sufrir dolor de espalda al terminar la jornada, sentir sueño por la tarde y batallar para dormir por el calor, padecer la ansiedad antes de un evento (por que sí, señores, sólo a mí se me ocurre agendar un hueso de dos horas mi primer día de trabajo), sentir la gotita de sudor que corre por la espalda por falta de aire acondicionado.
Pero dentro de todo, me siento bien, me siento feliz... recordé por que hago lo que hago, por que lo hacía sin recibir remuneración, por que quiero vivir así, por que me hace feliz.
En fin, se estarán preguntando por el título del post, ahi les va la explicación...
Resulta que me encontraba pensando (lo digo enserio y sin afán de presumir) en la cantidad de cosas que somos capaces de hacer, hombres y mujeres (pero sobre todo las mujeres) para conseguir una figura esbelta.
Cremas, pastillas, ejercicio, dieta de la luna, dieta de la sopa de repollo, dieta del repollo, dieta de una semana, de un mes, dieta del tomate (comer todo menos tomate XD) dieta del DDT (dejar de tragar), hieloterapia, acupuntura, hidroterapia, imanes, fajas... y la lista podría continuar eternamente.
Y la verdad es que hasta la dieta más eficiente, el mejor nutriólogo, el aparato y las cremas milagrosas sucumben ante la falta de constancia. ¿De qué sirve una crema carísima guardada en un cajón, la bicicleta estacionaria con complejo de perchero y la dieta pegada con imanes en el refrigerador, si aprendemos a vivir con ellos hasta llegar a ignorarlos?
No estoy muy segura de saber dónde radica el problema. ¿Será acaso el motivo por el que decidimos bajar de peso? ya sea por salud, por agradar a la pareja (o a la mamá de la pareja), por brillar en sociedad, por parecernos a modelo de la revista o a la actriz de televisión.
Como quiera que sea, seguimos poniendo trabas y pretextos, que si no tengo tiempo para el ejercicio, que si la comida es deliciosa (y vaya que lo es, sobre todo esa que está prohibida), que si no puedo comer saludable por que estoy todo el dia fuera (combinación de las dos anteriores), etc.
Este post parece no tener fin, pero déjenme decirles que, a pesar del pesimismo de las líneas anteriores, sí se puede! paso a paso, uno sólo a la vez, con paciencia y dedicación, tomando en cuenta la cantidad de años que requirió el organismo para adquirir esos kilitos de más y aceptar que no se bajarán de un día para otro.
Creo que es recomendable encontrar algo en lo que podamos ser constantes, yo, por ejemplo, ya vi que esto del ejercicio no se me da! (...) aunque sé que tendré que considerarlo pronto, la dieta me resulta más sencilla (ojo, no cualquier dieta!) y da resultado, lento, pero ahi va... poco a poco cumpliendo uno de mis propósitos de año nuevo.
Y si yo puedo, a pesar de mi falta de dedicación, tiempo y constancia... definitivamente todos pueden
je