viernes, julio 31, 2009

De vuelta

Y una vez más me encuentro de regreso después de un viaje, en esta ocasión a las bellas playas de Mazatlán, Sinaloa.

¿Qué les podría decir sobre mi viaje? En realidad no lo disfruté tanto como hubiera querido, el calor era insoportable y el olor del centro espantoso.

El primer día dormimos en la isla de la piedra, en una especie de palapa (tienen otro nombre, pero ahora no lo recuerdo). Todo fue maravilloso, de película! Después de disfrutar de los placeres de jugar en el mar (y en este momento intento olvidar el ardor de los ojos, el sabor de la sal, la sensación de la arena que se pegaba al cuerpo...) y brincar las olas, nos fuimos a dormir en unos camastros y hamacas.

La noche era agradable, el sonido del mar, los cangrejitos paseándose por la arena, mi hamaca meciéndose lentamente... pero el calor señores, ¡El calor! Me desperté cerca de las tres de la mañana a causa de los gritos de los hijos de las otras dos familias que nos acompañaban y realmente batallé para volver a conciliar el sueño. Gotas de sudor se resbalaban por mi cara y podía sentir mi cabello mojado, el cuerpo me picaba por la mezcla de arena y humedad y no había agua suficiente para bañarme.

Logré dormir un poco despúes para ser cruelmente despertada a las siete de la mañana por las familias que se despedían.

Al día siguiente nos volvimos a meter al mar, esta vez más alegres por que habría agua limpia para bañarnos, luego fuimos a buscar un hotel decente y paseamos por la ciudad. Estuvimos ahí un día más y decidimos volver, la verdad no había mucho que ver una vez que te hartabas de la playa y el mar.

Y, ¿Qué decir de la carretera? El espinazo del diablo, un tramo de curvas y alturas espantosas, resultó ser una tortura para mi a pesar de haber tomado la pastilla antináuseas, pero en realidad la culpa era mía pues, habiéndo tomado dicha pastillita, abusé de sus beneficios y decidí ponerme a leer para hacer más corto el camino...

¡Nada más equivocado!

El monstruo que habitaba en mi estómago comenzó a moverse y revolverse al compás de las oscilantes curvas mientras avanzábamos por la carretera Sinaloa-Durango y en un par de ocasiones tuve que pedir a mi papá que detuviera el auto para bajar a tomar aire y (pido una disculpa a quienes lean esto mientras comen) echar fuera el raquítico desayuno.

No puedo quejarme del todo, el viaje tuvo sus cosas buenas también, fue la primera vez que viajé a la playa sin el estrés de tener que estar lista para algún concierto, o para viajar a otra ciudad a media noche y dormir en el camión. Sí, lo disfruté por la convivencia familiar y por que, ahora sí, puedo decir que conozco Mazatlán.
Pero una cosa si es segura... NO VUELVO! al menos no por tierra, teniendo que sufrir ese espantoso camino y los golpes de calor... a mí el calor seco de mi tierra y punto!

1 comentario:

ivonne (vakita) dijo...

Esta entrada no la había leído jajajajaja. Ay Chele, nadamás a ti se te ocurre leer en esa carretera. El simple hecho de leer en el carro ya es una idea loca!

Escribí :)... pero shhhhhh... no le digas a nadie. jajaja ;)

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