martes, febrero 09, 2010

Críticando

Cuando mi mamá dice que para conocer a una persona en realidad le pongas una gorra, es seguro que no habla en sentido literal, sino que se refiere a la forma en que un poco de autoridad corrompe a la gente.

Hay ejemplos que vemos todos los días: un jefe prepotente, un guardia de seguridad sin sentido común, un gerente sin escrúpulos y para qué menciono el estereotipo clásico del político corrupto.

Hoy llegué a mi clase de violín temprano y mi maestro salió del salón, dejando la puerta abierta. Mientras yo calentaba y repasaba secciones que me habían causado algunos problemas, pasó por la puerta otro maestro de violín de la escuela que se afirma poseedor de oído absoluto, me miró, me saludó con un gesto y siguió su camino.  Seguí estudiando y derrepente volvió, se paró frente a la puerta y comenzó a gritarme, con su costumbre espantosa de corregir a sus alumnos, que el acorde estaba desafinado, que escuchara, que tenía que afinar, y sin más explicación, se fue.

Y ahí estaba yo, de pie en el centro del salón, molesta, frustrada, indecisa e insegura.  Cerré la puerta de golpe y traté de estudiar algo diferente, pero no funcionó.  En ese momento comencé a escuchar todo mal; el ataque, la afinación, el fraseo... y lo peor fue cuando llegó mi maestro, simplemente no podía tocar.

Como llevamos ya varios años trabajando juntos y me conoce a la perfección no fue difícil para él darse cuenta de que algo andaba mal.  Cuando le conté lo sucedido se molestó, me pidió que hiciera caso omiso del comentario y que confiara en mí, en mi oído y en mi capacidad.

Este suceso me puso a reflexionar en esas ocasiones en que nos ponemos la gorra de la autoridad y lanzamos consejos a diestra y siniestra, sugerencias que no nos son requeridas, críticas que hieren... y es que si este violinista en cuestión, que ni ha sido mi maestro ni lo será jamás, hubiera llegado a decirme que tuviera cuidado, que el sol estaba un poco bajo, que separara más los dedos, que moviera la muñeca, que levantara el codo... si me hubiera señalado el error con asertividad y me hubiera recomendado una forma de remediar el problema, habría creado un ambiente distinto, yo habría puesto en práctica el conocimiento adquirido y todo habría funcionado de la mejor manera.

El aprendizaje del día de hoy es que ser bueno en algo no te hace necesariamente competente para transmitir tus conocimientos, y tener un puesto de autoridad no te da el derecho de imponerte a la gente, de intentar cambiarlos, de moldearlos a tu gusto.  Dar consejos y hacer críticas es un tema delicado y hay que saber manejar las cosas para construir en lugar de destruir.

Por mi parte, el sujeto en cuestión perdió el respeto que le tenía...

2 comentarios:

ivonne (vakita) dijo...

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angel dijo...

pinche maestro de mierda!!!! mandalo a freír esparragos! Todos en el Conser y en la orquesta saben que no tiene oído absoluto, que no es buen violinista y que tiene de concertino lo que yo tengo de astronauta!!!

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La música es pasión, es vida