Páginas amarillas

Hoy llegué a casa, disfrutando por fín tener tiempo de ponerle un poco de órden a mi biblioteca.

Ante mis ojos desfilaron decenas de títulos y en mi mente volaron miles de recuerdos de esos lugares a donde sólo se puede acceder con la gracia de la imaginación.

Encontré libros que no recordaba que tenía, libros (debo admitirlo) que alguien me había prestado y yo nisiquiera lo recordaba (hice un pequeño montón con libros que debo devolver).

Descubrí también títulos antiguos, joyas de la literatura, que adquirí en alguna tienda de segunda mano, y cuya lectura pospuse para días de mayor libertad, días que aún no llegan y que, si no los programo, probablemente nunca llegarán.

También me dí a la tarea de restaurar algunos viejos volúmenes, con escaso material y algo de creatividad convertí cinta, papel y grapas en héroes de páginas viejas y gastadas. Y, ¿Qué más podía hacer? hay tantos libros, cada vez más, que simplemente uno no puede darse el lujo de desechar ediciones antigüas para adquirir las más recientes.

Una vez alguien me preguntó qué objeto tenía el comprar un libro que ya ha sido leído.

La respuesta, a mi gusto, es sencilla. ¿Compraría un estudiante de música el disco de una obra de schubert que escuchó por primera vez en su clase de análisis y lo dejó sin aliento? ¿Lo compraría para escucharlo más tarde, deleitarse con sus dulces fraseos y melancólicas melodías? Por supuesto que lo haría! Así, bien, puede disfrutarse una segunda, tercera o vigésima visita a la imaginación, investigación y/o creación de algún escritor. Se disfruta de igual manera, se advierten detalles que pasaron desapercibidos la primera vez.

Por eso, recomiendo yo, si has descubierto un buen libro, tenlo cerca de ti, no vaya a ser que algún día sientas la imperiosa necesidad de volver a sus páginas, de repasar un capítulo, de recordar algún nombre.

Quisiera tener más tiempo para leer, más tiempo para reír y más tiempo para hacer música

Y, ¿Qué hay de una fonoteca?... El sueño de cualquier artista!